Vladimir Cruz ha desarrollado una meritoria labor actoral en el cine, el teatro, la televisión y también se ha probado como realizador y guionista. A los numerosos premios recibidos por su participación en la cinta Fresa y Chocolate, le siguieron: Ágora, en el Festival de Teatro Clásico de Almagro, y el premio Biznaga de Plata en el Festival de Cine de Málaga, en reconocimiento a su actuación en el largometraje dirigido por Gerardo Chijona: Los buenos demonios (2018).
Recientemente ha presentado en La Habana el documental: “El mar en Madrid” e integra el elenco de una nueva película de Chijona. Sobre el porqué de la diversidad de facetas creativas comenta:
“Hay un momento en la vida que uno empieza a hacer un balance de lo que ha hecho y lo que falta y te aproximas a parcelas que están cerca del trabajo del actor como la dramaturgia y la dirección. Si no te han ofrecido el proyecto que quieres hacer, lo empiezas a intentar tú mismo, a partir de lo aprendido”.
Continúa el egresado del Instituto Superior de Arte:
“Comencé a escribir por accidente pues quería hacer un corto con un amigo y el me pidió que lo escribiera yo. Me gustó la experiencia pues es una especialidad que te permite rellenar los espacios en blanco cuando estás entre proyecto y proyecto, te mantiene en forma y la moral alta, por lo que fue una cuestión de tiempo llegar a dirigir, sin pretensiones, sin querer ser el gran director”.
Acerca de su primer documental “El mar en Madrid”, presentado exitosamente en el 43 Festival de Nuevo Cine Latinoamericano, refiere Vladimir Cruz:
“Había dirigido dos cortos, después el largometraje “Afinidades” en codirección con Jorge Perugorría, cuyo guion escribí a partir de una novela de Reynaldo Montero y en la que también actué. Más tarde dirigí otro corto y ahora el documental “El mar en Madrid”. La dirección es un camino complicado y voy haciendo las cosas como surgen”.
“El mar en Madrid” trasmite el amor de muchos españoles por Cuba y la familiaridad con que son arropados los cubanos en ese país. Sobre la motivación que originó el filme revela:
“Existía un legado audiovisual de las actividades que se realizaron en el Centro cultural Yemayá de Madrid, liderado por Pilar Zumel, donde coincidieron varias generaciones de artistas cubanos, desde músicos integrantes de Habana Abierta hasta plásticos, teatristas y artistas de otras manifestaciones. Fue un espacio totalmente integrador en el que podía coexistir cualquier ideología.
Yo tenía las referencias de la Casa del Joven Creador o la Casa de la Cultura de Plaza, donde ocurrieron numerosas experiencias de importancia cultural de las que no quedó registro. Cuando Pilar, exdirectora de Yemayá, ya retirada, me propuso hacer algo con los materiales audiovisuales que poseía, conformé la idea del documental con entrevistas a Pilar, a la investigadora y musicógrafa Rosa Marquetti y algunas otras ideas”.
El artista se refiere a su proyección internacional:
“Después de recorrer América Latina con el estreno de “Fresa y Chocolate”, llegué a España en el momento privilegiado de su exhibición y eso facilitó que fuera acogido con mucho cariño, por lo que Madrid se convirtió en mi centro de operaciones y me dio la posibilidad de alternar mi trabajo entre el cine y el teatro, que son los dos medios que más me interesan”.